Con independencia de nuestras creencias religiosas, es difícil enfrentarnos a la muerte de un ser querido.
Por mayores y maduros que seamos, e incluso aunque la noticia no nos pille por sorpresa, siempre es doloroso asumir que no volveremos a ver a esa persona.
Para los niños, en esta realidad se aúnan la crudeza del dolor de la primera pérdida, con el sentimiento de descubrir la impotencia de sus mayores ante ese suceso y el miedo a la propia muerte.
* Pincha en la imagen y encontrarás esta preciosa historia.